Crispasión deletrearon los lúgubres monjes, con sus cuerpos deformes, y no recordaban su pasado, sus infamias, sus mentiras, sus perdones, sus abusos, sus manos enfermas... y encontré este poema de Oliverio Girondo, que resumió todo mi asco:
Es la baba, su baba
la efervecente baba
la baba hedionda, caústica;
la negra baba rancia
que babea esta especie babosa de alimañas,
por sus rumiantes labios carcomidos,
por sus pupilas de ostra putrefacta,
por sus turbias vejigas empedradas de cálculos,
por sus jorobas llenas de intereses compuestos,
de acciones usurarias;
La pestilente baba
la baba doctorada,
la baba tartamuda, adhesiva, viscosa,
la baba disolvente
la agria baba oxidada,
la que herrumba las horas,
lo que pervierte el aire,
la que infecta el cansancio
los ojos, la inocencia,
con sus vermes de asco,
con sus virus de hastío,
de idiotez,
de ceguera,
de mezquindad,
de muerte.
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